Equiparar
sus derechos económicos a los de los
varones
Las
antiguas leyes feudales y, después, el
Código Napoleónico impedían
a las mujeres gozar de capacidad económica
propia. Su sometimiento a la tutela de sus maridos
era total. Equiparar sus derechos económicos
a los de los varones fue una de sus primeras
reivindicaciones.
En
Noruega, a mediados del XIX, las mujeres consiguieron
la igualdad hereditaria y la libertad para dedicarse
al comercio.
En Finlandia se logró el derecho a la
herencia del cincuenta por ciento de las tierras
y la libre disposición de sus salarios.
En
Francia curiosamente, cuya revolución
inspiró posteriores declaraciones de
derechos humanos, la discriminación de
la mujer era total: carecía de autonomía
personal y tanto sus bienes como sus ingresos
eran administrados por su marido.
Hubo
que esperar al siglo XX para que tanto Francia
como España modificaran la legislación
discriminatoria.
La
reivindicación de un trabajo digno y
remunerado fue otra lucha importante.
No
se trataba realmente del acceso al trabajo,
ya que muchas mujeres llevaban trabajando muchos
años, sino de la exigencia de condiciones
salariales más justas y de la mejora
de sus condiciones de trabajo.
La
educación, clave en la equiparación
de derechos
Decía
Mary
Wollstonecraft que uno de los mayores problemas
de las mujeres era el modelo de socialización
y de educación que recibían. La
igualdad en la educación en escuelas
mixtas sería, para ella, fundamental
para la equiparación de derechos y la
igualdad de oportunidades de hombres y mujeres
en la sociedad.
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