El desequilibrio de las perspectivas del
desarrollo económico en el mundo.
Son evidentes las desigualdades entre los países
del Norte y del Sur. En la mayoría de
los países con población emigrante,
el mercado de trabajo está muy orientado
a la exportación y genera poco empleo.
Además, estos países han tenido
que someterse a las políticas de ajuste
estructural impuestos por el FMI y el Banco
Mundial.
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Por
último, el desmantelamiento local de
empresas y su cambio de ubicación hacia
zonas más pobres de los países
del Sur provoca, no sólo la resistencia
en el propio lugar sino también, con
mayor frecuencia, la huida de trabajadores hacia
los países ricos. (Sami Nair. Javier
de Lucas. Inmigrantes. El desplazamiento en
el mundo. Ministerio de Trabajo y asuntos sociales)
Diferencias sensibles respecto a los Derechos
Humanos. Muchos de los países de
origen han vivido dictaduras, como son los países
del Cono Sur latinoamericano (Uruguay, Chile,
Argentina) y Guinea Ecuatorial. Han generado
movimientos de éxodo de la población,
primeramente por razones políticas y
después por razones económicas.
Otros de los factores decisivos en la historia
actual han sido los conflictos bélicos
de la Ex Yugoslavia, la caída de los
regímenes comunistas de los países
del este, el fundamentalismo islámico
en Argelia, etc.
La presión demográfica. La
baja natalidad de los países del Norte
que puede afectar gravemente al mantenimiento
del sistema económico contrasta de forma
importante con el crecimiento demográfico
de los países del Sur, cuyas nuevas generaciones
se encuentran en alza.
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En la construcción del imaginario sobre
la vida en Occidente, las antenas parabólicas
e Internet funcionan como reclamos publicitarios
para miles de personas que desean formar parte
de este progreso económico.
La porosidad de las fronteras y la oferta
de trabajo. A la vez que se endurecen las
políticas de extranjería, la realidad
es que los países europeos requieren
de trabajadores y trabajadoras para cubrir ciertos
sectores que la población autóctona
rechaza. En España es elocuente la insistencia
con la que los empresarios de la agricultura,
el sector servicios o la construcción
soliciten reiteradamente mayores contingentes
de mano de obra. En cuanto al trabajo doméstico,
está siendo cubierto en gran medida por
mujeres inmigrantes que asumen el espacio dejado
por las mujeres occidentales. En Europa parecen
producirse por la demanda intrínseca
de las sociedades industriales modernas. Según
Piore (1979) las migraciones no se generan
sólo por los factores de expulsión
en los países emisores, sino por los
factores de atracción en los receptores
quienes experimentan una necesidad crónica
e inevitable de trabajadores de origen extranjero.
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