La
incorporación de niños y niñas
de origen inmigrante a las aulas no siempre
tiene una lectura positiva por parte de
la Comunidad escolar, lo que puede ocasionar
un clima conformista e incluso de pesimismo
pedagógico que termina traduciéndose
en una práctica escolar de supervivencia
o mínimos. Si en el centro,
los padres y madres vivencian la llegada de
niños y niñas de culturas diferentes
como un peligro para el aprendizaje de sus
hijos y los profesores consideran que lo único
que se puede hacer es garantizar los mínimos
de disciplina para salvar el día a
día, lo que tendremos serán
centros miserabilistas que inevitablemente
dirijan a los alumnos y alumnas hacia el fracaso
escolar.
Es
necesario contrarrestar este tipo de discursos
pesimistas con un equipo consolidado convencido
y preparado para adoptar medidas ante la diversidad
y las dificultades que puedan presentarse.
Este tipo de trabajo no se puede realizar
aisladamente. No puede realizarlo el profesor
de forma solitaria en su clase.
Es
imprescindible aunar esfuerzos y coordinar
los recursos, bajo una dirección que
lidere el proyecto de centro desde el modelo
de Educación Intercultural.
Este
tiene que estar presente en toda la estructura
escolar y enfocarse hacia el éxito
escolar. El trabajo en equipo, el compromiso
de todas las personas que integran la
comunidad educativa: profesores, orientadores,
personal no docente, padres y madres,
etc. pueden, en un proyecto común,
conformar la base que sostenga una cultura
solidaria y enriquecedora para la totalidad
del grupo. |
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Si
no existe un clima integrador en el centro,
si la desconfianza y el sentimiento de degradación
del centro por la presencia niños y
niñas de otras culturas es el discurso
imperante, de poco servirán las medidas
y recursos que se empleen en la atención
a la diversidad.
Los
centros en los que se han invertido recursos,
programas de compensación, ayudas asistenciales,
etc. pero que no tienen un modelo de práctica
intercultural enfocada al éxito escolar,
se convierten en escuelas marginales que rápidamente
son catalogadas por la comunidad como guetos
y encontrarán enormes dificultades
para influir positivamente en la opinión
pública y volver a crear expectativas
positivas sobre la calidad de su enseñanza.